Perec y lo infraordinario
«El escritorio sobre el que escribo es una antigua mesa de joyero, de madera maciza, provista de cuatro grandes cajones y sobre cuya superficie, ligeramente aplanada con respecto a los bordes, sin duda para impedir que las perlas que en otra época se calibraban sobre ella caigan al suelo, se despliega un paño negro de una textura extremadamente tupida…»
[Así comienza Georges Perec su breve relato ‘Still life/Style leaf’, publicado en Le fou parle en septiembre de 1981, sólo meses antes de su prematura muerte. Autor de una obra literaria exquisita, rica en virtuosismos y realmente singular, Perec señaló estos cuatro polos, cuatro «formas de interrogar», de su escritura: «cómo mirar lo cotidiano», «mi propia historia», «mi gusto por las restricciones, las proezas, las gamas«, con palíndromos, anagramas, isogramas, acrósticos…, finalmente «lo novelesco, el gusto por las historias y por las peripecias», y los cuatro polos se mezclan, combinan, «plantean quizás, a fin de cuentas, la misma pregunta, aunque con perspectivas particulares». La descripción morosa, la enumeración objetiva tras una observación que nunca lo es, o al menos -esto son apreciaciones personales de lector seducido- nunca está desprovista de intención, la agudeza e incluso un punto de estupefacción ante lo aparentemente sencillo hasta desvelar su complejidad son algunas de sus herramientas.
«La prensa diaria habla de todo menos del día a día…», escribió en ‘Approches de quoi?’; «es necesario -añadía- que tras cada acontecimiento haya un escándalo, una fisura, un peligro, como si la vida no debiera revelarse nada más que a través de lo espectacular, como si lo elocuente, lo significativo fuese siempre anormal (…). Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, como interrogarlo, cómo describirlo?»… Y convencido de que lo habitual contiene, en efecto, preguntas y respuestas, información, se ocupa Perec de observarlo, recorrerlo, anotarlo, y mostrárnoslo luego por medio de unas, estas sí, extraordinarias artes y artificios de narrador.
Pero lo infraordinario, lo común, lo cotidiano que Perec nos narra no tiene por qué ser siempre real; una veces sí, tan veraz como verosímil, y otras, como él mismo confesó en las últimas líneas de uno de sus relatos señeros, «ficticio, concebido por el mero placer, y el mero estremecimiento, de la simulación»]
«El escritorio sobre el que escribo -empecemos de nuevo- es una antigua mesa de joyero, de madera maciza, provista de cuatro grandes cajones y sobre cuya superficie, ligeramente aplanada con respecto a los bordes, sin duda para impedir que las perlas que en otra época se calibraban sobre ella caigan al suelo, se despliega un paño negro de una textura extremadamente tupida. Está iluminada por una lámpara articulada, de metal azul, con pantalla cónica, fijada por una especie de abrazadera a uno de los estantes habilitados en la pared, a la izquierda y un poco hacia delante de la mesa. En el extremo izquierdo de la mesa se encuentran dos bandejas rectangulares, e vidrio grueso, dispuestas una junto a otra. La primera contiene una goma blanquecina sobre la que está escrito en negro staedler mars plastic, un cortaúñas de acero pulido, un librito de cerillas que muestra sobre un fondo amarillo anaranjado un dibujo rojo estilo Vasarely, una calculadora marca casio en la que el número 315308, leído al revés, forma la palabra boesie, una especie de joya compuesta por dos minúsculos cocodrilos entrecruzados, un pez de latón con los ojos de vidrio cuya aleta ventral…»
[dos páginas más abajo:]
«…varios corales y minerales: un ágata con irisaciones ocres y verdosas, una piedra roja, un trozo de coral que evoca una garra de pájaro o una mano de tres dedos, otro fragmento de coral con aire de manopla, el brillo de una esmeralda, de un verde más bien apagado, atrapado en un ganga brillante y negra y un bloque de pirita cuyos innumerables cristales cúbicos muy finamente estriados brillan con un destello metálico. A la derecha de la mesa, sobre una pila de hojas de papel de un formato poco habitual (unos 40 x 30 cm), se amontonan cinco carpetas rosas o verdes llenas de modo dispar. En la de más arriba aparece escrito, con rotulador negro: Corresp urgente. Delante de esta pila de carpetas se hallan dos blocs de notas, uno verde…»
[más abajo, siempre en un único párrafo:]
«…la agenda lleva dos indicaciones manuscritas: una con tinta –llamar a Marie– situada alrededor de las 15 horas, la otra a lápiz –Marie Chaix– hacia el final de la página. En la parte delantera de la mesa hay un pequeño mueble de madera, de unos cuarenta centímetros de largo, de quizá doce de alto, que posee cuatro filas superpuestas de se seis cajones y una encimera en forma de caja. Sobre la tapa de este mueble…»
[y una página después:]
«…un par de tijeras, un abrecartas, un cúter, un portaminas. A la derecha un vaso recto de fondo grueso parcialmente lleno de canicas de vidrio entre las que están metidos diez portaplumas. En primer plano, destacando claramente sobre el paño negro de la mesa, se encuentra una hoja de papel cuadriculado, de formato 21 x 29,7, casi totalmente cubierta por una escritura exageradamente abigarrada, en la que se puede leer: El escritorio sobre el que escribo es una antigua mesa de joyero, de madera maciza, provista de cuatro grandes cajones y sobre cuya superficie, ligeramente aplanada…»
[en efecto, está ahora escribiendo lo que lee que había escrito; y dos páginas más abajo:]
«…varios corales y minerales: un ágata con irisaciones ocres y verdosas, una piedra roja, un trozo de coral que evoca una garra de pájaro o una mano de tres dedos, otro fragmento de coral con aire de manopla, el brillo de una esmeralda, de un verde más bien apagado, atrapado en un ganga brillante y negra y un bloque de pirita cuyos innumerables cristales cúbicos muy finamente estriados brillan con un destello metálico. A la derecha de la mesa, sobre una pila de hojas de papel de un formato poco habitual (unos 40 x 30 cm), se amontonan cinco carpetas rosas o verdes llenas de modo dispar. En la de más arriba aparece escrito, con rotulador negro: Corresp urgente. Delante de esta pila de carpetas se hallan dos blocs de notas, uno verde…»
[y más abajo:]
«…la agenda lleva dos indicaciones manuscritas: una con tinta –llamar a Marie– situada alrededor de las 15 horas, la otra a lápiz –Marie Chaix– hacia el final de la página. En la parte delantera de la mesa hay un pequeño mueble de madera…»
[¿etcétera?]
[G. Perec: ‘Still life/Style leaf’, Le fou parle, nº 18 (sep.1981), reed. en L’Infra-ordinaire, París, Seuil, 1989, trad. (por Mercedes Cebrián) Lo infraordinario, Madrid, Impedimenta, 2008.
Para las refs citadas: ‘Notes sur ce que je cherche’ (orig.1978), en Penser/Classer, París, Hachette, 1985; ‘Approches de quoi?’, Cause commune, nº 5 (feb.1973), reed. en L’Infra-ordinaire, ya cit.; Un cabinet d’amateur. Histoire d’un tableau, París, Balland, 1979]
[Ilustraciones: Perec con gato, autor y fecha sin identificar, reun. A. Aracil; Manos (1978), de la exposición Pere(t)c. Tentativa de inventario, en el Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2012]