Encuentros recurrentes
No tienen por qué ser las figuras más frecuentes; son las que se ganan tu simpatía –la mía, quiero decir– y como en toda simpatía imprevista y verdadera no es fácil explicar por qué. Te gustan ya la primera vez que las ves, pero es al encontrarlas de nuevo en otro sitio cuando diría yo que empieza su relación de amistad contigo.
Un pulpo con ojos infantiles navegando por paredes y rincones muy diversos en la calles de París, un sol sonriente, algunas veces boca abajo, en las de Madrid, o un rodillo de pintar, pintado con distintos colores… Su sencillez sin pretensiones, su significado directo, limpio, sin mensajes añadidos, son características de todas ellas.
Y las encuentras otra vez, y otra; a veces muy alejadas, a veces el mismo día y otras después de semanas o meses. ¿Eres tú quien las visita o son ellas, las figuras, las que te salen al paso? Poco a poco desaparecerán y aparecen otras, y hallas las que de nuevo harás un poco tuyas, y te acompañan también y te alegras cada vez que las reencuentras.
[Imágenes tomadas en París, en junio de 2011, y Madrid, entre mayo y julio de 2012 (el sol) y en agosto y septiembre (el rodillo de pintar) / © A. Aracil]
Encantadora nota, me ha puesto a pensar en todos aquellos elementos de nuestra vida que nos acompañan tan fugazmente que nos atrapan por completo…