Satie y el valor de lo secreto

«Yo me llamo Erik Satie, como todo el mundo». Con afirmaciones así, el compositor, el artista (tan imaginativo y desconcertante como delicado, exquisito, frágil), se sumerge en la paradoja de distinguirse de cualquiera por identificarse absurdamente con todos.

Su música, tan escueta, tan filtrada, sencilla, aparentemente superficial, tampoco era como las demás, ni la relación que trató de establecer con sus intérpretes, buscando su complicidad por medio de «indicaciones de carácter» que escribía en sus partituras para condicionar su humor (lo escribo aquí en su sentido más amplio, su estado de ánimo), más allá de las limitaciones de lo meramente racional.

Su estrecha relación con Ricardo Viñes, el más destacado intérprete de la música de sus contemporáneos en el París de principios del siglo XX, y con un temperamento abierto a las posibilidades del conocimiento y la comunicación subliminal, le animó a desarrollar aún más este repertorio de anotaciones, sugerencias, bromas, guiños, insinuaciones, que enriquecen sus pentagramas.

Algún pianista pensó, con su mejor intención, que sería interesante que el público las conociera, leyéndolas en voz alta durante la interpretación, pero Satie se opuso explícita y firmemente a ello; lo que él pretendía no era, ni de lejos, una música ilustrada sino una comunicación con el intérprete tan cómplice como privada, casi secreta, que ayudara a encontrar y transmitir el carácter de cada música, su atmósfera, nada más (o nada menos).

Ornella Volta, en su edición de anotaciones y escritos de Satie titulada Cuadernos de un mamífero, recoge más de doscientas cincuenta de estas indicaciones tras rastrear todos sus pentagramas. Recojo aquí una selección personal…

A  ·  A flote. Adoptar aire falso. Aminore mentalmente. Atrase una hora…
B  ·  Bastante alerta. Blanco…
C  ·  Casi invisible. Como un ruiseñor con dolor de muelas. Con el rabillo del pensamiento. Con un profundo olvido del presente…
D  ·  De lejos. De lo alto de usted mismo. De una manera muy particular…
E  ·   Empapar. En el más profundo silencio…
F  ·   Flotando…
G  ·  Guiñando el ojo…
H  ·  Haga como yo…
I   ·  Ignorar la propia presencia. Indudable…
L  ·  La cabeza entre las manos. Lacado como un chino. Lágrimas en los dedos. Lechuguino…
M  ·  Más blanco. Mirándose de lejos. Muy perdido. Muy sinceramente silencioso…
N  · Negruzco. No coma demasiado. Nocturnamente…
O  ·  Opacus
P  ·  Permanezca (poco) justo delante de usted. Provéase de clarividencia…
Q  ·  Quédese atónito…
R  ·  Rasque. Rehuya el sonido…
S  ·  Siga sin perder el conocimiento. Siga recto. Sin que el dedo se ponga colorado. Sin ruido, vuelva a hacerme caso…
T  ·  Tan tranquilo…
U  ·  Un poco cocido…
V  ·  Valientemente fácil y complacientemente solitario. Váyase. Visible por un instante…

[en Erik Satie, Cuadernos de un mamífero, selecc. y ed. de O. Volta (orig. Cahiers d’un mammifère, 1999), trad. de M. Carmen Llerena, Barcelona, Quaderns Crema, 1999, reed. 2006]
[ilustración: Erik Satie; fotografía de Man Ray (1924), tomada de deSingel International Arts Campus, http://www.flickr.com/photos/desingel%5D

3 comentarios
  1. Zyx dijo:

    Hace poco, entre relecturas, estaba revisando un cuento (leyenda) de Bécquer llamado El Miserere; en la introducción Gustavo habla sobre unas viejas partituras con indicaciones similares a las de Satie, sólo que en un tono más oscuro. Trataré de conseguir el libro de cuadernos de un mamífero, pinta que es genial!

      • Zyx dijo:

        Gracias, seguiré revisando su blog. Toca muchas temáticas muy interesantes. Saludos desde México!

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