Los autómatas, ángeles destronados

«Los autómatas están presentes en la mayoría de tradiciones, leyendas y mitos de los cinco continentes; quizá sean la mitología griega y algunas leyendas de origen asiático las más ricas en acontecimientos y fantasías de este tipo. En el ámbito de los hechos reales, su primera Edad de Oro coincidió con el florecimiento de la Escuela de Alejandría, en los siglos inmediatamente anteriores al nacimiento de Cristo, y su mayor desarrollo tendrá lugar en Europa a partir del siglo XVI hasta los primeros años del XX. Fueron los autómatas un fascinante punto de encuentro entre la ciencia y la fantasía, aparentemente tan separadas…»

[En marzo de 2006, el Centro de Formación Continua de la Universidad de Granada organizó en la Facultad de Bellas Artes el curso Artificios inquietantes: autómatas, marionetas y estatuas. Origen y pervivencia del simulacro y la animación en las artes plásticas, para el que me invitaron a colaborar con una extensa charla sobre los autómatas, su historia y nuestra relación con ellos. Resumen de aquella intervención fue el artículo «Ángeles destronados: los autómatas, de la mitología al parque de atracciones», publicado pocos meses después en la revista HUM736, de la universidad granadina, del que aquí recojo un extracto] [pdf artículo completo]

«En Asia –continuaba– los muñecos articulados y los autómatas aparecen en las más diversas ceremonias y narraciones. La mitología y la historia griega están plagadas también de referencias a este tipo de fenómenos y artificios […]. Más tarde, durante el periodo Helenístico, con la conjunción de civilizaciones muy distintas entre sí y gracias al desarrollo científico ya alcanzado, se dio el ambiente preciso para el primer esplendor de los autómatas […]. En la Escuela de Alejandría, verdadera cámara de decantación de la mayor parte del saber de la Antigüedad, veremos surgir por fin aparatos reales, cuyas noticias nos llegan no a través de descripciones literarias sino por medio de verdaderos tratados apoyados en ejemplos posibles de realizar.

El mundo de los autómatas confirma aquí su gusto por lo extraño y lo inesperado, que determinará que estos artificios encuentren su aplicación en el ámbito del juego y de la diversión: una mecánica lúdica, imprescindible para entender la posterior estética de las cortes romanas, bizantinas y renacentistas. […]

Durante los primeros años de la Edad Media los bizantinos y, en menor grado, los persas fueron los depositarios de esta ciencia grecorromana, pero a partir del siglo VII, aproximadamente, la primacía en este terreno pasó a los árabes, que recogieron los conocimientos de la Antigüedad y desarrollaron nuevos modelos. También en su caso la auténtica historia de sus autómatas y máquinas musicales ha llegado hasta nosotros arropada por un sinfín de leyendas y tradiciones fantásticas, pero no faltan tampoco metódicos tratados y algunos ejemplos prácticos.

Al final del periodo, en la Europa cristiana, los autómatas ocuparán algunos lugares cortesanos de recreo y muchos de los relojes públicos de las catedrales o ayuntamientos. El reloj del Medievo fue inicialmente una ambigua mezcla de representación y seguimiento del cosmos; sin embargo, pronto le fueron añadidos elementos más domésticos y bizarros: gallos que cantaban las horas, androides que golpeaban las campanas o conjuntos de autómatas que desfilaban, saludaban o representaban pequeñas historias a las horas principales. […]

Conceptos como lo fantástico, lo maravilloso, la delicia, son los más adecuados al arte que predomina en la cortes europeas del siglo XVI, y es aquí donde las máquinas inventadas por los sabios de Alejandría para disfrutar y maravillar encuentran su mejor habitat. La deslumbrante unión de música, ruido y movimiento fascinará a toda una época que había perdido la fe en el control racional de la Naturaleza y de la Ciencia y que se sumergía en la fiesta, el teatro, el jardín o la cámara de maravillas  como un refugio o una huida frente a un mundo cuya comprensión racional le parecía imposible. […]

Pero en el siglo XVIII el mundo de los autómatas comienza a emanciparse del ambiente preferentemente cortesano en el que hasta entonces se había desenvuelto. Constructores como Vaucanson o los Jaquet‑Droz son centrales en lo que podríamos llamar imagen ilustrada del autómata. Se ha dicho de ellos que elevaron la idea de la creación de autómatas al nivel de una técnica biomecánica. El autómata, años antes juego, sorpresa y metáfora de la cultura manierista, se convierte ahora en trasunto de la idea que la Ilustración tiene del Hombre, al que ve como una máquina, ya no regido por los astros sino por los propios mecanismos de sus vísceras y músculos.

No faltarán sofisticadas creaciones destinadas a palacios y colecciones a la manera de las de los siglos precedentes, pero tendrán ahora una consideración distinta: serán sólo juegos, ingenios, no prodigios o maravillas. A fuerza de multiplicarse y exhibirse, el estupor o la sorpresa ante lo insólito de estos ingenios fue dando paso a la admiración y el puro placer de contemplar simplemente unas obras casi perfectas. Y serán estas piezas cada vez más populares; disfrutadas por un público cada vez más numeroso, fuera de los palacios y distinguidos salones: de juegos de corte o curiosidades de gabinete pasarán a ser enseguida atracciones en pequeños teatros públicos, al mismo nivel que las entonces habituales representaciones de volatines y las actuaciones de las compañías de cómicos.

Pervivirán en el siglo XIX, a su manera, estos artificios manieristas, pero nos encontramos ya en plena época industrial; las máquinas empiezan a ser algo más que simples herramientas o distraídos pasatiempos: empiezan a hacer mella en el orden social hasta entonces establecido y, así como en unos provocaban asombro y admiración, empiezan también a provocar recelos y temores en muchos otros. Las sátiras sobre el maquinismo o la mecanización empiezan a proliferar.

Los mayores avances se producirán en el campo de los autómatas musicales, donde la tecnología del siglo XIX producirá una amplia variedad, tanto para uso privado y cotidiano como para lugares públicos. Nos encontramos ya ante máquinas con un fin práctico y hasta económico. La imagen y función de los autómatas había sufrido un cambio importante en el siglo XVIII, y ahora, despojados de su magia, de su capacidad de asombrar y seducir, desaparecerán o se convertirán en distracciones cada vez más vulgares, víctimas de la revolución industrial.»

[A. Aracil: «Ángeles destronados: los autómatas, de la mitología al parque de atracciones», Hum736. Papeles de cultura contemporánea, nº 9
 (dic. 2006, Granada), pp. 4-13] [descargar pdf]

[Ilustraciones: Athanasius Kircher, Órgano hidráulico con autómatas y cantos de pájaros, en Musurgia Universalis, Roma, 1650; Jacques Vaucanson, Esquema del mecanismo de digestión del Pato autómata, 1738-39]

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