Valente y el ser del tiempo

«Sólo en el péndulo parado se inscribe en verdad el ser del tiempo», anota José Ángel Valente en un breve texto de sus Fragmentos de un libro futuro.

La música, se mencione o no, sobrevuela con frecuencia la poesía de Valente. La musicalidad, en todo caso, está siempre en ella de forma notable. Y el tiempo, presente en muchos de sus escritos, va a ser, así lo entiendo, uno de los protagonistas de estos Fragmentos, iniciados tras terminar No amanece el cantor (Tusquets, 1992) y concluidos con su muerte en julio de 2000; sólo ella, la muerte, tal como Valente decidió, pondría fin y fijaría el contenido definitivo de este diario lírico –o testamento, han dicho– donde versos y breves prosas poéticas, reflexiones, emociones y obsesiones se enhebran con conmovedora desnudez.

«Cima del canto.
El ruiseñor y tú
ya sois lo mismo.»

[Con este haiku, fechado el 25 de mayo de 2000, termina el libro; el libro de sus últimos años]

«El tiempo pasa y no deja nada», leemos en otro fragmento… «El tiempo es como el mar. Nos va gastando hasta que somos transparentes. […]. El mar, el tiempo, alrededores de lo que no podemos medir y nos contiene».

Y en uno de los poemas más extensos (aunque de apenas una veintena de versos), leemos sobrecogidos:

«Este tiempo vacío, blanco, extenso,
su lenta progresión hacia la sombra.
No se oye la voz.
·······························No canta.
Ni engendra una figura otra figura.
[…]

No hay antes ni después.
[…]

Trazo un gran círculo en la arena
de este desierto o tiempo donde espero
y todo se detiene y yo soy sólo
el punto o centro no visible o tenue
que un leve viento arrastraría.»

Pero volvamos a la primera cita. Casi en el centro del libro, leemos en la página izquierda una breve prosa y en la derecha un breve poema, relacionados estrechamente. El párrafo dice así:

«En la sala hay un viejo reloj de madera semiempotrado en el muro. Un niño toca el reloj: el péndulo se detiene. Como lo divino es indiferente a la forma, el tiempo, el número del movimiento, sería indiferente a la cantidad. El péndulo se detiene. Sólo en el péndulo parado se inscribe en verdad el ser del tiempo.»

Y el poema:

«Péndulo, cero irreal o número del tiempo,
del antes y el después.
·········································Del antes
de qué, de quién, de cuándo, y del después
de qué palabra que nunca antepusimos.

Péndulo inmóvil.
·······························Cero.
Tantos después envuelve ya el pasado
y antes no nacidos nunca.»

[J.A. Valente, Fragmentos de un libro futuro. Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2000, pp. 102, 34, 100, 50 y 51 / Fotografía: J.A. Valente (autor sin identificar)]

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