Fragmentos (4). Emociones…

Veo que algunas de las obras que he escrito van formando una especie de «teatro de las emociones»… o de la percepción. En unas de ellas he jugado con la sensación de acidez o casi de desequilibrio (mi Sonata nº 2, de 1981), en otras con la de similitud e identidad (Las voces de los ecos, 1984), en otras con la de diferencia, de aparente desconexión (Dos Glosas, 1988), en otras con la de proximidad, de afecto (Tres imágenes de Francesca, 1991), en otras con la de cierto distanciamiento, no de frialdad sino, más bien, de algo aparentemente próximo a veces y, al mismo tiempo, intangible (Musica reservata, 1987)…

Pero no encuentro objetivos ni más allá ni más acá de lo simplemente artístico en mis obras y sí, por el contrario, un claro deseo de ofrecer el producto en sí mismo, con toda su carga intelectual (es decir, formal) y sensorial (emocional), pero sin la intención de representar un papel diferente.

[de A. Aracil, «¿Música propia?…», Senderos para el 2000, (Madrid), III, jun. 1996]

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